Treinta de noviembre
La tarada del mes, atravesó las paredes del otoño y se adentró al verano,
directamente se lanzó a los brazos del marca-pasos del gerente general del área de la locura urbana.
Nadie podría haber imaginado semejante desenlace, la risa estaba presta en los testigos llamados locos.
Podría haber ido al fin del mundo, pero no cabía en la agenda, había otros proyectos en camino, también muy buenos.
Sin embargo, pese a toda razón, quería estar en esa balada, en ese riff o quizás en las montañas del lugar, pero no pude vislumbrar el golpe bajo, directo a mis entrañas.
Ya pasó, he aprendido que los demás, los de afuera de uno, no siempre sienten lo mismo.
Alguna vez podría haber aprendido, antes de esta muerte.
Estoy agradecida a la vida, por todo lo que tuve y lo que tengo, estoy enojada con la vida por lo que nunca tuve y quise.
Tal vez me queje al viento con el primer grito de la mañana.
nO IMPORTA QUE NO ME ESCRIBAS TUS ENTRADAS ME VRINDAN PAZ
ResponderEliminarGRACIAS
Yo comenté aquí.
ResponderEliminarMira en el spam.
Quejarse al viento siempre es una opción.
ResponderEliminarSaludos,
J.