Trece de abril
Recuerdos, vienen a mi mente.
Un pasado de una niñez feliz,
de una inocencia y las aventuras en la puerta.
Retrocedo en el tiempo.
Y llegué a los diez años,
mi casita de madera,
muy cerca de las vías del tren,
mi barrio de entonces, Villa Lourdes.
Era un tarde de abril, llovía...llovía y llovía.
La tarde olía a tortas fritas recién hechas,
mate cocido quemado servido,
en la mesa.
Después de una rica merienda,
paró la lluvia, salió el sol para nuestra alegría.
Salimos al patio y luego al barrio.
La lluvia había parado de llorar sus penas,
que mansa y silenciosamente las absorbía la tierra.
Mis hermanos y yo, salíamos a correr en los terrenos baldíos,
pisar los charcos de agua, para luego esperar que salgan las ranitas.
Al final, en el ocaso, volvíamos a la casa con los bolsillos llenos de ranas.
Jugando en las hojarascas de las veredas y con un hambre feroz.
La noche, plácida y juguetona, nos llenaba de sueños infantiles.
Qué recuerdos tan hermosas.
ResponderEliminarQué infancia tan bonita.
Besos.
Creo que fue lo mas hermoso que tuve en mi larga vida
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