Hoy es veintisiete de mayo
A lo lejos se divisaba la pequeña casita de mis abuelos.
Un lugar especial, donde pasaba los veranos, en el campo formoseño.
Una casa de palmas y adobe, con ventanales grandes y cortinas hechas a mano.
Con un aljibe importante que abastecía de agua a toda la casa, estaba ubicado al costado izquierdo, en medio de la huerta de frutales cítricos, pomelares, naranjales, mandarinos y mangares.
Los guayabos eran mi devoción.
La casa de mis abuelos, tenía un lugar para todos.
La casa de mis abuelos era autosuficiente, rodeada de una chacra que albergaba a todo tipo de animales domésticos, para el sustento diario, leche, huevos, carnes, frutas y verduras.
A su alrededor, estaba la huerta de verduras y frutas, desde chauchas, tomates, hasta sandías y melones.
La casa de mis abuelos, con su patio de tierra, cabía el universo y sus historias.
La casa sigue allí, viejita pero llena de magia, con mis abuelos en los recuerdos.
Si pudiera volver a aquellos tiempos... no lo dudaría.
ResponderEliminarEso quisiera yo...
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